miércoles, 13 de mayo de 2009

Sopor, anhelo y redención.

El sopor que me producen estas últimas horas de vida me satura y provoca molestias, incluso físicas. He estado escribiendo durante más de 8 hs, aquí sentado en la habitación. Algunos de los manuscritos quedaran en el olvido, debido a que he derramado algo de tinta sobre la mesa, producto de mi propia inestabilidad.
En el momento que el último frasco de tinte seque, me despediré del mundo, y con un andar lento y sombrío, me dirigiré a la soga que cuelga del techo, para poner fin por fin a esta tormentosa existencia.
Durante los días que siguieron, comencé a leer el manuscrito todas las noches, para luego tener las visiones en los sueños que acarrearían mi desequilibrio mental. Los grandes secretos del tiempo y el espacio me fueron develados en tales sueños. Hordas de demonios invadían mi mente, mientras mi cuerpo descansaba apaciblemente en mi lecho. ¡Que injusto era no poder presentar batalla! ¡Que impotente me sentía por la mañana cuando los atormentadores en mis pasajes oníricos desaparecían y me encontraba solo en aquella oscuridad!
Decidí, como era lógico, enfrentarlos, presentarles pelea. No debía dejar que tomen las últimas gotas de cordura que había en mi. Si mis desviaciones mentales se presentaban con mayor frecuencia durante las horas en las que dormía, debía dejar de dormir. Era la única medida que podía tomar, aunque pensándolo ahora, creo que fue la mas inoportuna debido al desborde mental inminente. Como podrán ver, si a una persona se le priva del derecho de dormir, pierde completamente su razón.
Que eternas parecen las horas cuando uno no duerme, como si el mismísimo Cronos nos castigara, haciendo interminable el pasar del tiempo, alargando nuestra agonía.
Ahora bien, cuando los demonios no pudieron esperar mas para ofrecer sus castigos cual Inquisición en mis sueños, decidieron presentarse ante mi en las horas de la madrugada.
¡Maldigo el día en que decidí comprar aquel manuscrito maldito!
¡No me llevaran aun, esperen!
¡La soga no ira a ningún lado!
Llegaron es anoche, mientras estaba soportando el pasar de las horas. Llegaron todos juntos, todos los demonios internos y los provenientes del manuscrito maldito. Miedo, desamor, angustias, depresión, ansiedad, odio. Llegaron y me sometieron. Llegaron y se sobrepusieron a mi voluntad, doblegándome. Todo lo aborrecible se materializo en algo imposible de describir, no existen tales palabras.
Angustia y desamor llegaron a mi corazón. Lo destruyeron, lo violaron. Le trajeron recuerdos que debían permanecer enterrados. Una lagrima cayo sobre mi mejilla.
Depresión y ansiedad tomaron mis brazos, tirando fuertemente de ellos, mientras Soledad me mantenía sentado en la silla.
El odio fue el que mas se impuso ante mi. Su solemnidad fue la que mas me atemorizo, al parecer, no hacia esto mientras lo disfrutaba. Tampoco parecía apenarse. Su fría indiferencia fue la que lleno mi cuerpo, haciendo temblar mis rodillas. Una lagrima de sangre y una herida abierta.
Y ahí estaba yo, solo, crucificado en una silla en un apartado rincón de mi oscura morada, con un manuscrito abierto, con horas sin dormir, y con unas ganas interminables de que terminen con la tortura. Venganza apareció después, y me hablo al odio. No seria yo el ultimo en padecer estos terribles males, no seria el ultimo.
No me quedaban muchas horas más, y lo sabia. Tome el manuscrito, más papiros y comencé a transcribirlo lo más rápido que pude. Alguien más habría de correr la misma suerte que yo.

Llego la hora. Venganza desapareció, y solo me queda una mente perturbada que necesita descansar. Quizás, algún día alguien encuentre el manuscrito hecho por mí, o quizás el original. Espero que la fuerza de su voluntad lo ayude a comprender, a superar.
A aquel que lo lea, le puedo asegurar que la muerte no es lo más terrible. Ahora puedo abrazarla, tomarla entre mis brazos y caminar junto a ella al sendero de la redención.

Fin.






Fin del Blog.

Pude terminar al fin la pequeña obra, aunque el final tuvo que ser bastante adaptado de lo que iba a ser originalmente, como por ejemplo, la explicacion de lo que habria detras de la puerta (Aunque no considero necesaria la aclaracion, debido a que si leen entrelineas, podran encontrar su significado. Les recomiendo tener en cuenta el detalle que la puerta estaba cerrada y que la parte final trata sobre la redencion.)

Gracias a todos los que leyeron y les pido perdon a los que esperaron el sabado. Ahora puedo dedicarme al otro escrito, con un enfoque totalmente diferente a este, aunque manteniendo la linea de terror. Un gusto poder compartir con Uds, y les cuento que lo proximo que se publicara lo hare cuando este escrito en su totalidad. Gracias por su apoyo.
Mariano [Net]

sábado, 2 de mayo de 2009



Puerta, desarmonía, demencia

Creo que me deben quedar 2 pequeños frascos con tintas. Me encuentro aun escribiendo, luego de haber tenido que cambiar el primer frasco. Ya solo quedan dos, y al momento de acabarse el ultimo, no se que haré. Se que cuando deje de escribir, moriré. Estoy jugando una carrera contra el tiempo, carrera, que por cierto, ya la tengo perdida. Mi vida depende de la cantidad de letras que pueda llegar a escribir, y cada palabra, cada oración es un paso mas cerca de la muerte. Yo cuento con 3 frascos de tinta como vida, y haré uso de ellos como mejor pueda.

A la mañana siguiente de los terrores nocturnos, me dispuse a leer el diario como de costumbre. Mas de lo mismo, muertes por acá, robos por allá, violación y tortura por el otro lado. Más medios intentando crear una histeria colectiva. Ya iba a tirar el diario cuando leí la atroz noticia: El dueño de la librería había sido asesinado de una manera brutal por la noche, su local había sido forzado y lo habían encontrado durmiendo. Al parecer, el o los asesinos, no utilizaron ningún método de maltrato físico, sino que el SR. Lemurias murió en un estado de total shock. En el cuerpo del librero, no encontraron ningún signo de violencia, pero en el cuarto encontraron manchas de sangre, tizas, e incluso en una parte del piso, parecía que alguien había borrado algún tipo de símbolo dibujado.
El o los asesinos no llevaron nada de la librería, ni siquiera dinero. El único daño material había sido el forzar la puerta, pero por lo demás, ningún objeto había sido robado o dañado.
A la hora de dirigirme hacia mi trabajo, pase por aquella avenida donde se encontraba situada la “ol’ Jaz vin Ded”.
¡No podrás corromperme de nuevo!
¡No volverán, no volverán!
¡Pronto acabara!
¡No podrás corromperme de nuevo!
Los demonios aun suenan en mi cabeza, producto de los espasmos y de la inminente orgía de insanidad y locura.
Esa noche, la segunda noche luego de haber adquirido el libro, regrese a mi hogar. Esta vez sin sobresaltos, sin ningún incidente en particular. Había sido un día tranquilo. Al abrir la puerta, encontré mi morada a oscuras, y decidí prender las luces. No tenia intenciones de abrir el libro de nuevo, ni siquiera me atrevía a tocarlo. Pero había algo en el que me llamaba, algo o alguien me susurraba a los oídos con una vos suave y tetrica a la vez. Aquella mujer pedía ser liberada, quería que la leyera. ¡OH dios mío! ¡Como iba a saber yo los males que causaría al leer aquel testamento!
Como un niño que está ansioso por abrir un regalo, fui acercándome al libro. Acerque mi mano poco a poco, temeroso de sufrir la agonía mental nuevamente. Pero al momento de juntar mis dedos con el libro, cerré los ojos. No hubo sensaciones violentas, no hubo ningún síntoma que refleje mi actual demencia. Al parecer, ya había superado la primera prueba.
Misteriosamente, la marca de pagina no se encontraba en el capitulo uno. Sino que estaba marcando el capitulo dos.

lunes, 27 de abril de 2009

sábado, 25 de abril de 2009

Euforica Literatura Blasfema


Capitulo 1

Escribo esto al borde de la demencia. He descubierto secretos que la humanidad ni siquiera puede llegar a imaginar. No se aun como puedo mantener la compostura al escribir estas líneas.
A decir verdad, todo mi cuerpo se encuentra bajo espasmos a medida que la pluma escribe. Siento que cada letra que dibujo es un paso más a los portales del infierno, y a medida que mi texto avanza, lo poco que me queda de compostura, decrece.
Los terrores descriptos a continuación no se los deseo a nadie, la sensación de estar al borde del quiebre, al borde de caer en un éxtasis infernal consumido por mi propia rabia, angustia, impotencia, sed de venganza, excitación, no se lo deseo a ningún ser viviente
Las velas se encuentran bailando en un compás fogoso, la habitación parece asfixiarme poco a poco, contrayendo sus paredes hacia mi persona, como queriéndome hacer desaparecer en aquellos cuatro rincones.
El papiro sobre el cual escribo parece no tener fin, como si nunca terminara de redactar esta ultima nota. Grave problema, ya que la tinta no parece ser suficiente y siento que en el momento que deje de escribir, pereceré.
No pretendo conseguir el cielo, esto no es una justificación de mis aberrantes y blasfemos actos, tan solo quiero advertir que hay una locura mas allá del espacio y el tiempo, una insana lujuria mental que puede resquebrajar interiormente a cualquier persona.

Habiéndome egresado de la Prestigiosa Universidad de Coalstrom, decidí ahondar en las investigaciones que secretamente fui llevando a cabo en el transcurso de mi cursada.
¡Por fin podía dejar un lado las entupidas reglas a las que era sometido y comenzar mi oscuro viaje sin regreso al fin de mi razón!
Nosotros, como seres humanos, nos tranquilizamos al seguir una rutina, o cuando damos algo por hecho. Ahora bien, cuando suceden cosas que quiebran con esa rutina, que rompen los saberes universales, nos sentimos impotentes, humillados, inútiles.
Si a un hombre le decimos que mañana tiene que ir a trabajar, que tiene que hacer esto o aquello, ese hombre estará tranquilo porque sabe que al otro día le tocara hacer lo mismo, como si de una agenda de vida diara se tratase. Si a un hombre se le enumera
Uno, dos, tres cuatro, ¡estará tranquilo porque sabe que el siguiente número es 5!
Sabia que en otros tiempos, quizás antes incluso de aquel denominado Hijo de Dios, ciertas culturas ahora desaparecidas, comenzaron con la búsqueda de la Verdad.

Ahora bien, me hallaba solo ejerciendo las labores a los que me había abierto la puerta mi nuevo titulo. Ejerciendo la medicina podía también solventar los gastos de mi pasatiempo: La historia.
Había concluido el otoño, y adentrándome en el invierno se despertó en mí una extraña sed de conocimientos, sed que no se veía saciada por la ciencia que practicaba.
Quise saber mas sobre la creación Humana, el Universo, el Tiempo, el Espacio, las Instituciones y todo lo que tenia alguna relación con mi ser pensante-no pensado. Así me encontré frecuentando asiduamente Bibliotecas de prestigiosas Universidades cercanas la ciudad de Coalstrom, en busca de antiguos libros que tratasen sobre los temas de mi interés. Nunca halla nada del otro mundo: Filosofía, Metafísica, algún libro sobre alguna religión olvidada, teorías del espacio-tiempo, nuevo relativismo, y demás enciclopedias técnicas que no hacían otra cosa mas que tirar absurdos datos y formulas.
Los libros de las universidades no eran útiles, no aplacaban mi sed. Necesitaba ir más allá, buscar en lo más oscuro de las obras literarias, incluso si debía cruzar los límites de la legalidad.
Había escuchado de boca de cierto bibliotecario loco, que en el siglo 4 después de la muerte de aquel que murió por nuestros pecados, se habían encontrado manuscritos blasfemos pero contenedores de grandes Verdades Universales.
Dichos manuscritos se habían pasado de generación en generación de ciertas sociedades secretas, sociedades que hoy por hoy continúan en vigencia, manteniendo estatutos y códigos oscuros con los cuales se protegen unos a otros.
Me había decido a seguir recolectando información sobre los manuscritos prohibidos, por lo cual comencé a visitar mas asiduamente al bibliotecario loco.
La librería se llamaba “ol’ Jaz vin Ded”, y el dueño de la misma, un hombre entrado en edad llamado Arthas Lemurias, era el mismo que atendía a sus pequeños grupos de clientes. La biblioteca parecía bastante común por fuera, quizás un poco demacrada por el correr de los años, pero no mucho. Por dentro, ofrecía a sus clientes una sensación de refugio, como si de una sala de estar se tratase. Extrañamente, a medida que uno iba recorriendo las estanterías con los diferentes tipos de libros, cambiaba la atmósfera, y al parecer, eso mismo influía en mi estado de ánimo.
Recuerdo que al pasar sobre las estanterías de terror gótico, me sentí extremadamente apesumbrado, como si una sombra proviniera de los libros especialmente para infligir cierto estado de ánimo.
Así se sucedían libros de autores como Mary Shelley, Edgar Allan Poe y H.P Lovecraft. Era como si el monstruo de Mary Shelley, como si aquel gato negro de Poe y aquellos dioses Primigenios de Lovecraft se trasladaran directamente de las letras para ejercer un tormento justo aquí, en mi cabeza. Decidí apartarme rápido de aquella sección, debido al shock de mi estado anímico y quizás al miedo de lo que podía llegar a suceder si seguía incursionando allí.
Inmediatamente me dirigí al lugar donde se encontraba el dueño del lugar, y mientras el hacia su trabajo de acomodar un nuevo pedido de libros, me atreví a preguntarle en secreto y por lo bajo sobre aquellos tomos prohibidos. El hombre me miro, se rió por lo bajo, y haciéndome señas me invito a pasar a una sección oculta del frente, que se encontraba pasando un maloliente pasillo. Empezó a buscar en cajas detrás de un escritorio, y puso tres grandes libros, llenos de polvo, sobre el mismo. Los tres tomos parecían ser manuscritos reales, con sus tapas cubiertas de polvo y una sustancia verdosa que le daba un aire aun más tétrico. Los tres parecían ser de culturas y tiempos totalmente diferentes. Uno de ellos, presentaba un pentagrama blanco sobre una tapa de cuero negra. Bajo la imagen, se leían unas letras cuyo significado aun no me atrevo a averiguar.
El segundo libro era una replica falsa de un manifiesto oculto, anárquico y adorador de aquel demonio enemigo en la Iglesia Cristiana. Ya había leído sobre el y su autor, Antón Lavey, y solo me pareció el llanto ingenuo de una criatura que busca ser libre en un mundo opresor dominado por la cultura judeo-cristiana. Deseche el libro completamente.
El tercer libro ofrecía una tapa de cuero, lisa y negra. Sus letras eran totalmente legibles aunque presentaban signos de poseer varios siglos impresos. Su significado no me atrevo a pronunciar en estos momentos, debido a que estoy al borde del colapso y quizás pronunciar el nombre de aquel libro termine de corromper mi cerebro y arrojando mi compostura por la ventana. Al momento de hacer contacto con el libro, sentí en mí una desbordada locura, me sentí fuera de mi mismo. No puedo describir las sensaciones ocasionadas en mi mente, sentí que estaba fuera de control, que el caos y la demencia se apoderarían de mi cuerpo. Aleje el libro de mis manos, estaba asqueado. El hombre, al ver como mi rostro volvía a la normalidad luego de mi leve descompostura, pidió a sollozos que me alejara, y que llevase el libro conmigo. Apresuradamente, le pregunte cuanto me costaría el libro, y mientras el me empujaba hacia la salida, me contesto que era gratis, que solo me alejara de ahí.
Me di vuelta ya fuera del local, y vi que un cartel en la puerta decía “Cerrado” y las cortinas ya se habían corrido.
Salí apresurado de la calle, dirigiéndome hacia mi hogar. Una lluvia torrencial comenzó a azotar la ciudad, y como si fuera poco, un violento temporal de viento empezó a soplar. Decidí cubrir los libros contra mi pecho, evitando así cualquier daño. Aun hoy me arrepiento de haberlo hecho. AL momento de tocar la tapa contra mi corazón, nuevamente el estado de locura que sentí por primera vez se apodero de mí. Pero esta vez no lo intente alejar. Abrase cada una de las negativas emociones que me profería el contacto con aquel libro. Debía ser capaz de resistir y oponer mi voluntad si quería ser capaz de leer su contenido.
De pronto, la gente me pareció más extraña de lo que aun me parecía. Me sentí amenazado, sentí que sus mentiras se apoderaban de mi, sentí que necesitaba escapar de ahí, hacia mi hogar, hacia una tranquilidad huraña, alejado de cualquier amenaza.
¡No me matarían! ¡No acabaría muerto! ¡Debía ser capaz de conocer los secretos de aquel extraño libro!
Debía de recuperar mi cordura, necesitaba entender que si quería leer el contenido blasfemo de aquel tomo, tenia que sobreponer mi voluntad. Cerré los ojos, presione aun más fuerte el libro sobre mi pecho. Poco a poco, mi respiración fue tomando su ritmo habitual, mis latidos fueron calmándose.
Mi razón, de momento, estaba intacta. Entre a mi oscura casa, apurado. Necesitaba esconder el libro, ponerlo en un lugar seguro para que nadie sufra las terribles, traumáticas sensaciones que sentí y sentiría.
Enseguida me retire hacia mi dormitorio, no estaba seguro aun de poder leer el contenido. Necesitaba descansar. Si bien estaba ya tranquilo, me ponía nervioso el hecho de abrir el libro. No sabia de que se trataba en si, pero si el simple contacto con el me producía tales síntomas, la simple lectura podría ser mortal para mi salud mental.

Esa noche, me costo conciliar el sueño. Recuerdo que me acosté más temprano de lo habitual, aunque ya era invierno y el Sol se ponía mucho más rápido.
Fue la primera vez que experimente los terrores nocturnos. No entendía bien si las imágenes que me proyectaba el cerebro eran un simple sueño, o un reflejo de una asquerosa realidad.
Recorría las calles, rápidamente. Temblaba, una furia y un descontrol se apoderaron de mí ser, como si una repugnancia hacia todo ser humano, sin importar distinción alguna, brotase de mí.
Me adentre en un lugar oscuro, al parecer no habría nadie. Imágenes aleatorias, fuego, un golpe seco se escucho, un fondo rojo, un velo negro, un pasillo asqueroso, y una puerta negra cerrada.
Me desperté, transpirando y con las manos temblorosas. Los latidos de mi corazón eran una velocidad inimaginable, como si mi propio órgano vital pidiera a gritos escapar de mi apesumbrado y corrompido pecho.
Me mire al espejo y pude contemplar mi rostro. No era aquel que había observado a la mañana: Ahora denotaba una extraña sensación de asquerosidad, de miedo. Mis ojos furiosos parecían fuera de orbita, y en mi pecho, pude ver una marca, como una especie de cicatriz roja, en el mismo lugar donde había apoyado el libro. A pesar de la espantosa escena de terror nocturno, me preguntaba que demonios era la puerta negra cerrada, y que ocultaría detrás.

domingo, 5 de abril de 2009